Si en algo no cree Gustavo es en pajaritos preñados. Y si algo no tiene es pelos en la lengua. A sus 34 años, nacido, crecido y curtido por el mar en Boca Chica, este pescador y operador turístico ha visto lo suficiente como para saber que, a pesar de las promesas de desarrollo y empleo, el proyecto Puerto Barú en David será negativo para Chiriquí.
“Podrá haber trabajo, póngale, unos cinco años -dice-. Después de esos cinco años, ¿qué hacemos?”.
Claramente, para Gustavo la pregunta es retórica.
“Cuando vamos a pescar, el pescado que teníamos cinco años atrás no va a estar ahí. El camarón que entraba cinco años atrás cinco años atrás no va a estar allí”, señala.
“Las ballenas, que uno hacía el tour de las ballenas, va a tener que ir uno más afuera, cobrar más a la gente, y la gente no va a querer pagar a uno eso. Todas las lanchas que tenemos aquí de turismo van a quedar varadas la mayoría. Todo eso perjudica.”
Manglares en peligro, peces en riesgo
Gustavo parece ser de esos que no saben lo que es tener vacaciones. Tras aprender el oficio de la pesca de su padre y su abuelo, ahora es capitán de bote, dedicado a dirigir tours de pesca y avistamiento de vida silvestre.
Conoce estas aguas como la palma de su mano: “aquí sale bastante macarela, pargo, róbalo…lo que llamamos revoltura, que es cojinúa, pargo blanco. Hay bastante variedad de peces”, describe.
Conversamos con él una calurosa tarde de enero, al borde del mar, en una marina rodeada de manglar. Acaba de traer a unos turistas de vuelta de una larga jornada de pesca cuando accede -cansado, pero sin prisas- a contarnos sus impresiones acerca de Puerto Barú en David.
Este proyecto busca construir un puerto multipropósito, para carga y cruceros, en las afueras de la ciudad de David. Para que los barcos puedan entrar y salir, el plan contempla abrir un canal de navegación.
Pero hay dos problemas: por un lado, las aguas son poco profundas, así que habrá que dragar millones de metros cúbicos, año tras año, del fondo del mar. Y por el otro, esta operación de extracción y traslado de materiales ocurrirá en una de las zonas naturales más ricas de Panamá, los Manglares de David.
Los manglares actúan como barreras naturales en la protección de las costas, son fundamentales como hábitats para una rica diversidad de especies, capturan carbono de manera mucho más eficiente que los bosques tropicales y proveen sustento a las comunidades que los rodean. En Chiriquí se encuentran 25% de todos los manglares que quedan en Panamá.
En nuestra charla, Gustavo aborda uno por uno estos elementos, con impávido pragmatismo.
“Primeramente, los manglares es un ecosistema donde el pescado se reproduce bastante. Al tener ellos que dragar, ellos van a tener que eliminar bastante manglar. Ya ahí el pescado no se va a reproducir”, dice Gustavo.
Y el impacto trascenderá la pesca. El dragado ahuyentará a los delfines, “que es un tour que se vende actualmente en Boca Chica” y el ruido de las embarcaciones alejará a las ballenas, que “no van a entrar tanto como entran todos los años, que aquí cerca están”, estima.
Agua sucia
Para Gustavo no hay duda de que el dragado del canal de navegación, que implica depositar los sedimentos extraídos en la boca del estuario, alterará las condiciones de vida de especies vegetales y animales. La experiencia le ha enseñado que el hombre puede proponer, pero el mar va a disponer según sus propias reglas.
“De mantenerse, esos sedimentos no mantienen (en el lugar de deposición), porque aquí tenemos la barra de San Pedro, que le llamamos”, dice, mientras apunta, para más señas, en la distancia en la dirección de esta barra.
“Ella nunca se mantiene. Todo el tiempo la canal cambia. Ellos van a echar esa tierra ahí, y con la corriente que pega, eso va a salir. O sale o entra. Eso no permanece ahí”, explica.
“Es como echarle un químico al agua. Esa tierra no es de ahí”.
Y no sólo los peces sufrirán las consecuencias.
“Yo he pescado langosta también, mi papá fue pescador de langosta. Ahí, saliendo -apunta de nuevo en el horizonte- hay una roca donde hay langostas también. Y la langosta, cuando el agua se pone sucia, lodosa, se va”.
Otro tanto puede decirse del camarón, “que entra para el tiempo de junio, julio, aquí a esta misma Bahía Muerto, a desovar”.
“Esa es una pérdida que vamos a tener con el camarón ahí”.
Pan para hoy
Dicho lo anterior, no es difícil ver cómo la posibilidad de que Puerto Barú en David genere empleo en Chiriquí no compensa el daño. Pero aún más, como nos dice Gustavo, esta promesa podría no ser más que un espejismo.
“Por experiencia que en visto en otros lugares, si fuera un proyecto del Estado panameño, pudiera decir que va a haber empleo, porque el mismo gobierno lo va a manipular. Pero eso es una empresa privada”, apunta.
Para Gustavo, la fase de construcción podría generar trabajo para constructores y albañiles. Pero esa fase es limitada. La pregunta clave es qué tipo de empleo se va a ofrecer y a quién se va a contratar en el largo plazo. En ese sentido, no es optimista.
“Cuánto personal va a quedar, qué gerente van a necesitar, qué capitanes. Eso es lo que no sabemos, si va a quedar gente de aquí. Que pienso yo que no va a ser así, que ellos van a traer a su gente”, opina.
“Ellos ya tienen un plan de ahorita a futuro”.
Así las cosas, Puerto Barú en David parece ser un plan que no sólo le pasará por encima de manera irreparable a invaluables recursos para Panamá, sino que simplemente no incluye a Chiriquí ni a los chiricanos.
Por estas razones estamos en campaña para lograr la reubicación del proyecto a donde puedan obtenerse los beneficios económicos sin que se cause un daño fatal al medioambiente.
Lee también: Explorando Puerto Armuelles: proteger el ambiente y aportar crecimiento económico a la región de Chiriquí
ES